Cada vez más se habla de la energía femenina y masculina, pero muchas personas aún desconocen la importancia de estos conceptos. La energía femenina o masculina trasciende las barreras de la biología, psicología, sexualidad o genitalidad.
Distintas tradiciones y religiones milenarias nos hablan de estos dos principios. En el Taoismo, se explica a través del Yin y el Yang. Describe las dos fuerzas fundamentales opuestas y complementarias, que se encuentran en todas las cosas. El yin es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción. El yang es el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración.
En el hinduismo, se habla de habla de Shiva (principio masculino) y Shakti (principio femenino). La historia cuenta que Shakti se encuentra semidormida en la base de la columna vertebral. Cuando comienza a despertar, encarnada en esta etapa en la serpiente Kundalini, se encuentra con Shiva en la cabeza, y al fundirse ambos en uno sólo ser, dejan la dualidad para alcanzar el Samadhi, es un estado elevado de plena conciencia o iluminación.
En el judaísmo, se habla de Luz, Luz masculina, en hebreo Or, y Luz femenina, Orá. Las dos son expresadas en diferentes formas tanto por la mujer como por el hombre. La Luz masculina es aquella que contiene todo en potencia, es puntual, la femenina en cambio expande y desarrolla. La Luz femenina crea espacios para que luces más altas se revelen. La simiente que llega a la mujer a través del hombre va a revelar algo nuevo que nunca existió. La Luz femenina tiene el potencial de integrar en la realidad otra realidad completamente nueva y diferente. Creamos cuando somos capaces de armonizar en nuestro interior ambas dos luces. Y la LUZ (ya integrados ambos principios) ilumina la oscuridad y revela conciencia donde hay ignorancia, comprensión donde hay confusión y paz donde hay conflictos.
Si observamos también a los pueblos originarios, siempre está presente el concepto femenino / masculino y también como arquetipos Madre / Padre. La Pachamama, Madre Tierra, encarnando el rol de Madre de todos los seres que la habitan. La Madre como dadora de vida, receptiva, de donde nacemos y hacia donde vamos cuando morimos. Esa Madre que es fertilizada por el Sol (Padre). Sin la luz del Sol, no habría vida. Y sin Tierra, tampoco.
Si observamos el mundo tal como está ahora, vemos que hay un exceso de atributos negativos de la energía masculina: competencia, afán de poder, intolerancia y falta de empatía. Por otro lado, también prevalece el aspecto negativo de la energía femenina: pasividad extrema, falta de impulso. Aunque en los últimos años se está observando una creciente necesidad de levantar nuestra energía femenina. No sólo por nosotras sino por el mundo mismo.
Equilibrar nuestras energías nos llevará a tener dirección (principio masculino) y gestar (principio femenino) todo aquello que querramos lograr. Con ambos atributos en positivo. La fertilidad de cualquier cambio, proyecto, idea, se da cuando hay del mundo mental y racional, lo traemos al plano de la materia donde finalmente se manifiesta.
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