MI HISTORIA PERSONAL CON REIKI
Hace un par de años comencé el camino Reiki. Llegué como llegan muchos, buscando un camino distinto, por una enfermedad, o una necesidad de cambio. En mi caso, fue después de tocar fondo por problemas de ansiedad y ataques de pánico. En ese momento, además de mis ataques de pánico, se le sumaba stress y maltrato laboral. Todo esto era un círculo vicioso que me generaba más angustia y más miedo. Un día, luego de mis reiteradas visitas al hospital por mi miedo a morir, me di cuenta que algo tenía que cambiar. Por algún motivo que desconozco, y sin ningún conocimiento previo, resonaba en mi cabeza "probá con Reiki".
Así fue que conocí a mis maestros y hoy en día amigos, Daniel Apelhan y Claudia Petrone. Llegué a la terapia sin mayores expectativas. La sesión duró una hora más o menos. Durante esa hora, me dediqué a sentir cada experiencia de mi cuerpo y mente en la camilla. El calor indescriptible en las manos del reikista, oleadas de sensaciones de bienestar, colores que se aparecían ante mis ojos cerrados en forma de ondas, recuerdos que había sepultado hacía años y reaparecían de la nada. Cuando finalizó la sesión, nos quedamos charlando casi una hora más de todo lo vivido, tanto por mí como por los terapeutas. Sin que yo diga nada antes de la sesión, fuimos los tres descubriendo donde estaban anidados los miedos, cómo poder enfrentarlos y cómo poder vivir una vida más normal.
Me fui de Nuñez a Flores, manejando desde el Instituto a mi casa, pero en estado de liviandad. Como si me hubieran quitado una mochila de la espalda. A los pocos días, tomé la decisión de aprender Reiki, porque me di cuenta que la sanación iba a venir únicamente con mi compromiso de sanarme. Fue así que tomé mi primer nivel y de a poquito fui notando cambios. Al mes el segundo porque sentía que necesitaba más herramientas. Lo mismo con el tercero y al año sentí la necesidad de poder brindar a los demás lo mismo que me brindaron a mi, por lo que hice mi maestría.
Marina
La maestría fue hecha con responsabilidad y compromiso. No la hice en un fin de semana, sino que me llevó un año entero de conocerme a pleno, de entender que mi misión en la vida había cambiado. Ser Maestro de Reiki no es saber cómo es el ritual de iniciación, sino que es saber escuchar, interpretar y dar una respuesta que le sirva al paciente a lograr "el despertar" de su propia conciencia, para que pueda sanar física, emocional o espiritualmente. Por eso, cuando busquen un maestro de Reiki, indaguen si sólo enseña la técnica o si construye lazos con sus alumnos para cualquier cosa que necesiten.
Los cambios están a la vista para cualquier persona que me conoce de antes. A los que no, puedo decirles que mi trastorno de pánico pasó al olvido, mis problemas laborales se fueron solucionando y se me abrieron otras puertas, cosas que jamás hubiera imaginado. Aclaro que hacía terapia psicológica también y en conjunto con Reiki se potenciaron los resultados. Con esto no digo que la vida sea color de rosas, pero sí ahora me paro de una forma completamente distinta ante la vida, logrando el disfrute de cada instante, y entendiendo que las cosas siempre pasan por algo, tanto las buenas como las malas.
Reiki no es magia, no reemplaza al médico ni al psicólogo, ni al sacerdote para aquellos que practiquen alguna religión. Reiki es una herramienta maravillosa de autoconocimiento y de sanación, siempre y cuando entiendas que la sanación depende de vos, de involucrarte de corazón con vos mismo y con los demás y de mejorar aquellos aspectos sombríos que todos tenemos.
Reiki no te hace más bueno, pero al conocerte mejor, en el momento de enojarte, por ejemplo, te va a poner un freno. Nos ayuda a ser más concientes de nuestras emociones. Reiki te ayuda a evitar vivir con enojos, preocupación o mal humor. Pero insisto, necesita de tu compromiso con vos mismo para lograr los cambios que querés para tu vida.
Abrazo!