Hoy quiero hablarles de un concepto que tiene raíces en la tradición espiritual y que, aunque a veces parezca distante, puede ser una guía poderosa en nuestras vidas: la Emuná. Esta palabra hebrea, traducida frecuentemente como "fe", encierra un significado mucho más rico y transformador. Hablar de Emuná no es simplemente referirse a creer en algo intangible, sino a desarrollar una confianza activa y consciente en la vida, en el universo, en algo superior que sostiene todo lo que existe.
Cuando pienso en Emuná, imagino la sensación de soltar los remos en medio de un río y dejar que la corriente nos lleve, confiando en que llegaremos al lugar exacto donde debemos estar. No significa resignarse ni abandonar nuestra responsabilidad, sino reconocer que, más allá de nuestros esfuerzos, hay un flujo universal que nos guía y que sabe mejor que nosotros hacia dónde vamos.
En la tradición judía, la Emuná no es solo un estado del corazón, sino también una práctica diaria. Es confiar, incluso cuando no tenemos todas las respuestas. Es levantarse cada día con la certeza de que, aunque haya incertidumbre, el universo tiene un propósito y nuestra vida es parte de él. Como dice el Salmo 37:5: "Encomienda al Eterno tu camino, confía en Él, y Él hará." Esta frase me resuena profundamente, porque nos recuerda que confiar no es pasividad, sino una fuerza que abre caminos donde no los veíamos y mejor aún, que nunca llegamos a sospechar.
La Emuná nos invita a mirar la vida con otros ojos, a encontrar en cada desafío una oportunidad para crecer. ¿Cuántas veces nos hemos sentido perdidos, sin saber por qué las cosas no salen como queremos? En esos momentos, la Emuná nos susurra: "Confiá, porque todo tiene un sentido, aunque hoy no lo entiendas." Es como mirar un tapiz desde el revés: vemos hilos enredados y colores desordenados, pero del otro lado hay una obra perfecta que se está tejiendo.
Les comparto una anécdota que refleja esta idea. Hace años, conocí a alguien que atravesaba una etapa muy difícil. Había perdido su empleo y su vida parecía estar sumida en el caos. Sin embargo, decidió abrazar la Emuná. En lugar de rendirse, empezó a buscar señales, pequeños destellos de propósito en su situación. Con el tiempo, no solo encontró un trabajo que amaba, sino que descubrió una pasión que jamás había imaginado. Me dijo: "No fue fácil, pero cada paso me mostró que había un plan mayor del que yo no tenía idea." Esa es la magia de la Emuná: nos lleva más allá de nuestras limitaciones.
Practicar Emuná no significa negar nuestras emociones. Podemos sentir miedo, frustración o enojo, y está bien. La confianza no invalida lo que sentimos, sino que nos sostiene mientras lo atravesamos. Nos recuerda que no estamos solos y que cada experiencia, por más dura que sea, tiene un propósito en nuestro camino.
Por eso, quiero invitarte a reflexionar: ¿cómo podés incorporar más Emuná en tu vida? Tal vez, sea confiando en que esa puerta que no se abrió te estaba protegiendo de algo que no veías. O quizás, sea recordando que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay una luz esperando ser descubierta.
Te dejo una frase de Viktor Frankl, quien sobrevivió al Holocausto y supo transformar el dolor en esperanza: "Cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos." La Emuná nos da esa fuerza interior para cambiar nuestra perspectiva, confiar en la vida y seguir adelante con el corazón lleno de propósito.
Por último, quiero recordarte algo importante: no importa cuál sea tu tradición, creencia o
camino espiritual, la Emuná está disponible para todos. No requiere pertenecer a un sistema religioso específico ni seguir un conjunto rígido de reglas. Es una invitación universal a confiar en la vida, en lo invisible, en ese flujo mayor que nos sostiene. Podés encontrarla en un momento de silencio, en la naturaleza, en el amor que das y recibís, o incluso en la forma en que enfrentás tus desafíos diarios. La Emuná simplemente espera a que abras tu corazón y la recibas.
Un abrazo y hasta pronto!
Marina
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